Todo iba lento y el futuro llegó deprisa. Los cambios aparecieron y, como leyes ciegas, nada impidió que los hechos ocurrieran. Un nuevo concepto de integración se instaló en la región latina del continente. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de América y del Caribe nació como respuesta al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y para no reeditar el pasado. Nueve países se asociaron para construir un nuevo eje geopolítico. Dejó de ser alternativa para convertirse en alianza de voluntades emergentes. La solidez del espacio conquistado empezó a verse con precaución y la guerra relámpago apareció.
Isaías Rodríguez[*] 4 de diciembre de 2009
Honduras, uno de los últimos países integrados en la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) fue objeto de un golpe militar donde cada vez está más clara la participación norteamericana. La ofensiva imperial ha desafiado la paz de nuestro continente con la instalación de siete bases militares en la hermana Colombia. Nuestra propuesta para construir consensos, erradicar pobreza, protegernos contra los cambios climáticos, corregir desigualdades sociales y profundizar la soberanía y dignidad de la integración latinoamericana parece haber chocado contra ese muro que Noam Chomsky ha llamado “seguridad preventiva de EEUU”.
La base de Palanquero ha pasado a ser esencial para los norteamericanos. El Comando Sur oteó allí “una oportunidad única” para enfrentar una supuesta “subregión crítica”. La Fuerza Aérea estadounidense ha explicado al Senado de su país que la estabilidad de su nación está sometida a la amenaza constante de la pobreza, la narco-insurgencia, los desastres naturales y “los gobiernos anti-norteamericanos”. El mismo informe solicita al Senado 43 millones de dólares con el fin de acondicionar Palanquero para realizar desde allí operaciones de presencia y seguridad norteamericana.
Ante estos hechos, nos sorprende que una periodista nos pregunte: embajador, ¿de cuál guerra habla el presidente Chávez? Le respondemos que hay desinformación y sesgos en algunos titulares y que el mandatario venezolano no ha proferido, ni ahora ni antes, declaración de guerra alguna y que nos preocupa la manera como se manipulan las palabras de un jefe de Estado. Le recordamos lo que verdaderamente ha dicho: “Hay que prepararse para la guerra”, y agregamos que el sacerdote Miguel D’Escoto, ex presidente de la ONU, repitió e hizo suya la declaración del presidente Chávez, declaración legítima y formulada con carácter total y absolutamente preventivo.
El sociólogo mexicano-alemán Heinz Dieterich sostiene que “de facto existe una guerra contra la nueva manera de integrarse”. Se teme una integración que aspira a una agenda económica soberana, sin tutela ni influencia de organismos económicos internacionales. Mercenarios de la comunicación aterrorizan y desarrollan acciones bélicas no sobre espacios físicos, sino sobre la mente de las personas. Es un plan intimidatorio para tratar de evitar que la mayor parte de los latinoamericanos llegue a creer que otro mundo es posible. Tal vez por ello, no sólo la periodista sino cualquier lector envenenado es capaz de preguntar: ¿cuál guerra…? Y (sin dejarse notar) la campaña implacable apunta, dispara, descalifica y desprestigia. Olvidan que fue Ernesto Samper, ex presidente colombiano, quien, a raíz del acuerdo entre su país y EEUU, acusó de “preguerra” las relaciones de Colombia con Venezuela. Olvidan que ha sido el propio Consejo de Estado del hermano país el que ha denunciado, en perjuicio de Bogotá, la desigualdad del convenio con el cual se instalaron las siete bases militares.
Con siglas en inglés, PSYOP, un mecanismo mediático instalado para operaciones psicológicas contra Venezuela, dispone de un equipo contratado para desarrollar conflictos de cuarta generación. ¿Cuál guerra, embajador? En efecto, no se ve; es invisible, pero sus objetivos están perfectamente planificados. Son sucias las matrices de opinión que entre sí se replican los medios comprometidos en esta campaña de descrédito. Es feroz la estrategia puesta en práctica contra un país para descalificar a su gobierno y a sus gobernantes. Un arsenal de palabras “bien asesoradas” ha sustituido por ahora a los ejércitos.
Venezuela ha sido totalmente contundente y coherente al negar “iniciativas” para cualquier choque armado, pero de poco vale que el presidente y el país nieguen el conflicto bélico. Artimañas mediáticas convierten pasarelas artesanales en puentes y la destrucción de las mismas son señales de agresión. No hay una sola palabra que recuerde cuántas veces antes se ha hecho lo mismo para evitar el paso ilegal de las drogas y el contrabando desde Colombia. Las grandes agencias de noticias muestran en negativo informaciones sin autoría ni procedencia. Está reciente aún el llamado de nuestra Cancillería a la UE para exhortar a la paz y a la estabilidad en la región. Sin embargo, PSYOP continúa su tarea. Ejércitos mediáticos distorsionan la realidad.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe resaltó que en 2008 la pobreza en Venezuela disminuyó respecto a 2007. El Latino-barómetro nos ubica como el primer país donde “lo más efectivo para cambiar las cosas es votar (80%)”. Asimismo, nos asigna el primer lugar en equidad social. Venezuela es el país en América Latina que en democracia está en el primer lugar respecto a la disminución de sus desigualdades sociales. Entre 30 países, la misión destinada a incorporar a los excluidos de la educación universitaria ha sido reconocida por la Unesco como el mejor programa de América Latina. La Unión Latina, organización internacional que difunde la identidad del mundo latino, nos señala con el índice de inclusión educativa más alto del continente.
Ninguna de estas cifras las vamos a arriesgar en una guerra, excepto que sea para defenderlas y para defender una soberanía que está hecha de pueblo y dignidad.
[*] Isaías Rodríguez es embajador de la República Bolivariana de Venezuela en España
Fuente: Plataforma Bolivariana